sábado, 23 de julio de 2011

La verdadera Promesa

El mandamiento de predicar, fue la última voluntad de Jesús, antes de abandonar este mundo, y la primera en su nuevo estado. Muchas veces he oido decir que Jesús ha vencido a la muerte, cuando en realidad el es creador de la muerte, aunque nosotros hayamos puesto en marcha su mecanismo.
Él nos previno de ella antes que Satanás consumara su engaño. pero nosotros no le creímos.
Varios profetas, Enoc, Elias, Moises, Juan y otros seres como Melquisedech, fueron traspasados al cielo sin morir. Lázaro se trate de quien se trate, paso por la muerte y Jesús lo volvió a la vida, y también resucita al hijo de una viuda en Naín, resucita a la hija de Jairo y cuando Jesús muere, en ese instante algunos fieles resucitaron. También Pedro resucita a Dorcas (Tabita), y Pablo resucita al joven Eutico, más allá de todo esto, el mismo Jesús resucita a la eternidad.
Nadie puede prometer vida eterna, a no ser que posea el poder sobre la muerte total, y Jesús posee ese poder. y eso es lo que nos pide transmitir, esas son las buenas nuevas: El reino de Dios se ha acercado a Ustedes.
Terminar con el sufrimiento, una vida de prosperidad y felicidad son las las propuestas de la nueva falsa religión crística, miles de personas son arrastradas a un sufrimiento eterno confundidas por un mensaje falso.
Jesús propone una obra distinta, Consolarnos en el sufrimiento, proveernos realmente lo que necesitamos y respecto a la felicidad le diré simplemente que esta palabra no figura ni una sola vez en las escrituras. El nos promete vida eterna y para ello debemos despojarnos de nuestra vestidura mundana, y recordar que no se puede servir a dos señores. Nada tiene que ver Jesús con el paraíso que Satanás ha instaurado en la tierra, mi reino no es de este mundo, respondió Jesús, si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí...
Para predicar debemos tomar contacto con el más allá, con el Espíritu Santo de Dios, poseerle es poseer el más grande tesoro, el poder solo imaginable desde la Fe.

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